jueves, 16 de diciembre de 2010

Maravillas de la decoración navideña

Estamos en una época del año en la que se abre un abanico interminable de adornos.
Paseas por la calle a eso de las 7 de la tarde (que ya es de noche) y puedes observar todo tipo de luces de colores.

Empezando por las típicas luces que pone el ayuntamiento.
Tú estás reponiéndote de las fiestas de jalowín (a lo que otros llaman Halloween y otros no llaman por que no lo celebran) y te topas de narices con el mundo psicodélico de las decoraciones navideñas.
No sé a vosotros, pero a mí me da cierto ahogo eso de toparme con adornos ya a principios de Noviembre. Y cada vez madrugamos más, que dentro de poco adornaremos hasta las sombrillas de la playa.

Hace unos años los adornos eran todos más o menos iguales, unas estrellitas o unas campanas o unos arbolitos luminosos colgados de farola a farola. La verdad es que tampoco es que fueran geniales (además había adornos que parecían más propios de un burdel que de Navidad) pero bueno, no estaban del todo mal.

En algún momento un iluminado (nunca mejor dicho xD) pensó que estas luces eran muy bastas y pueblerinas. Lo que nos lleva a los adornos de hoy día, en los que se impone la originalidad y el diseño (entendido, claro está como horteridad al poder). Comenzaron siendo minimalistas, un par de lucecillas en cada farola y punto. Pero ahora ya no sabes lo que te puedes encontrar.

Quiero llamar la atención sobre los adornos de la viguesa calle de Príncipe.
Veamos una foto:







... sin comentarios. Quedan muy lejos de las cortinas de lucecillas que podíamos ver hace un par de años (no encontré foto, eran muy bonitas, podéis hacer uso de vuestra imaginación)













En fin, pasemos de los adornos comunitarios a los adornos particulares.

La gente entra en una espiral de frenesí y consumismo y adorna de una manera muy "barroca" sus casas.
Claramente hay que dejar la persiana y la cortina abierta para que todo el mundo "disfrute" de tu maravilloso gusto decorativo.

A no ser que tengas balcón.

Si tienes balcón entrarás irremediablemente en una especie de concurso por ver quien adorna más y peor. En serio, hay algunos balcones que dan miedo. Están desde los que ponen un montón de luces y espumillones y hasta árboles a los que cuelgan una sábana con el dibujo del niño Jesús recordando la religiosidad de las fiestas (WTF?)

Por no hablar de la moda de los Papá Noel colgados de cuerdas.

Esta moda comenzó, claramente, en el mundo paralelo de los adornadores de balcones y tengo que admitir que en un principio fue gracioso "Mira, un Papá Noel intentando entrar en esa casa jiji" pero empezó a perder su gracia cuando Papá Noel se clonó y empezó a colgarse con cuerdas de todas las casas a la vez.


Con todo esto no estoy intentando erradicar los adornos navideños ni mucho menos (no soy de esa gente que dice que se gasta mucho y blablabla), pero por dios (o por Alá o por Buda, seamos multiculturales), UN POQUITO DE MODERACIÓN.

martes, 14 de diciembre de 2010

Dover, tú antes molabas

Paso a comentar un caso de sobra conocido por todos, pero que cada vez que lo recuerdo hace que me hierva la sangre.

Los protagonistas de esta historia son Dover, un grupito creado en Madrid cuyas canciones están en inglés.

Hagamos un alto aquí para comentar la moda de los grupitos españoles (ahora mismo esto se lleva mucho en el indie) que como son tan chachipirulis cantan en idioma extranjero porque mola más. Podeis pensar: "¿Y no se desenvolverán mejor en su lengua madre?" Sí, pero "hay que expandirse por el mercado mundial", dirán ellos aunque la verdadera razón es que queda más molón.

De todos modos Dover lo hacía bastante bien, con canciones de estilo rockerillo que no son lo más maravilloso del universo pero se pueden oír sin que te estallen los oídos:





A Cristina, cantante del grupo, le preguntaron en alguna ocasión si ellos cambiarían de estilo por agradar a las masas, a lo que ella respondió con un rotundo NO.

Peeero, colmos del cinismo, allá por el 2006 salió al mercado "Follow the city lights". 

Parece ser que no les iba muy bien y, en vez de perseverar hasta volver a conseguir éxito, cambiaron de estilo.
Una Cristina con el pelo naranja y vestida de colorinchos (¿Qué pasó con la rockerilla pelinegra?) presenta un disco lleno de cajas de ritmos y máquinas varias alterando la música, que pasó de rock a pop chunda chunda.

Recordad los gritos de "Let me out". Ese vozarrón es el producto de una alteración hecha con ordenador. Y ahora, cuando escuchamos a Dover en directo suena a esto (pasad directamente al estribillo):




No, no es un gato siendo atropellado.


En realidad, a mí me dan pena, pues los veo como un ejemplo más de los peligros de querer gustar a los demás y olvidar por ello tu esencia.


Modas tontas

Y aquí va una de moda, porque ¿quién no ha ido alguna vez por la calle y ha visto a alguien con algo ridículo puesto?

¿Y si empiezas a ver que todo el mundo lo lleva? Entonces se acaba de crear una moda.

En realidad la mayor parte de las modas carecen de sentido y utilidad. Simplemente se crean porque alguien empieza a llevar algo y alguien le copia y así otras tantas veces.

La querida presión de grupo se encarga del resto. Esta presión de grupo viene siendo como:

Si no te vistes de determinada manera eres raro, con lo cual no eres aceptado por el grupo y 

opción a: te quedas solo y marginado

opción b: acabas por caer y ser igual a los demás.

(Podeis pensar que esto es un poco exagerado, pero en muchos casos se da aunque no nos demos ni cuenta)

Y a mí me hace mucha gracia la gente que va de única y original y en realidad van todos iguales.

Pero recordemos algunas modas del pasado que ahora nos parecen de lo más tonto, como los pantalones de pata de elefante, los calcetines para elevar las lengüetas del calzado, las hombreras o las art (véanse en la foto estas botas que parecen de buzo y que valen alrededor de 120 euros) 




Pues ahora en vez de art lo que se llevan son las hunter:



Sí, son como las botas de goma que usa tu abuela para darle de comer a los cerdos y demás, solo que estas valen también unos 120 euros.

Y como esta moda hay miles, aunque parezca mentira.

Haced el experimento, salid a la calle, observad lo que la gente lleva puesto y sorprendeos de las similitudes.

Pero si los gurús de la moda lo mandan, nosotros acataremos cualquier moda como corderillos, aunque tengamos que pluriemplearnos para pagar este tipo de caprichitos.

Todo sea por ir iguales y no ser rechazados por la masa.



jueves, 9 de diciembre de 2010

Formas de lavar el cerebro

Hace algún tiempo que me había dado cuenta.

Estaba en un centro comercial deambulando entre tienda y tienda, cuando empecé a cantar una canción (que ni siquiera me gustaba) sin venir a cuento. Entonces me paré a escuchar. Sonaba una melodía, lo suficientemente bajo como para pasar casi desapercibida entre el batiburrillo que tiene en la cabeza la gente que transita el centro comercial. La música ambiente

Se supone que esta musiquilla ambiente tiene una connotación comercial: te pone contento, ergo consumes más. Pero yo creo que algo falla en el procedimiento, no sé si soy yo la rara o que, pero a mí esa música refrita de los 40 principales (porque sí, siempre es de ese estilo) no me estimula nada.

Seguí las compras y descubrí que en cada una de las tiendas hay más de lo mismo. Está ahí, casi inaudible, colándose de manera subliminal en nuestras mentes.
Salvando excepciones, claro, recordemos que hay varias tuentipáginas/facegrupos de "A mí también me dan ganas de pedir un cubata cuando entro en el Bershka".
En estos casos no entiendo exactamente lo que quieren hacer con ese punchi punchi a todo volumen.

Como iba diciendo, este mismo cuadro te lo encuentras en todas partes (siempre y cuando no esté la SGAE tocando las narices), en peluquerías, cafeterías, todo tipo de tiendas e incluso en las calles principales de la ciudad.

Voy a poner un ejemplo práctico del daño que hace esta música:
Hay una cafetería en el centro de Vigo de aires vintage (esta última palabra pronunciada poniendo morritos y/o cara de pijo) que es ideal para inspirarse.
Me recuerda a los típicos cafés de París donde tantos escritores concibieron sus obras maestras.
El caso es que, llegas ahí con una libreta y un bolígrafo (una estilográfica para los pijinis), pides un café y te sientas en una mesita junto a una gran cristalera a través de la cual puedes observar el mundo pasar ante tus ojos. Te dispones a escribir en ese oasis de creatividad, en el que el único sonido debería ser el bullicio de la gente y por tus oídos se cuela el último hit de el canto del loco.

Admitid que eso le corta el rollo a cualquiera.

Para finalizar, quiero lanzar desde aquí un grito de protesta y , ya que no es posible disfrutar de silencio, por lo menos que mejoren la calidad de las musiquillas o, en su defecto, varíen un poco el estilo (¡destierro para el pop pufo!)